Recientemente Carolina, una colega española, me realizó algunas preguntas por mail que por su importancia y repercusión, decidí compartirlas aquí en mi foro, ya que creo podrían resultar de interés para otros colegas también.
-- Muchas gracias Carolina, por abrir el diálogo.
Invito a nuestros lectores a involucrarse y participar de la conversación.
Carolina pregunta:
¿Cuáles son límites de la Terapia Existencial (TE)?
¿Puede la TE tratar a todo tipo de personas?
¿Puede y es eficaz para tratar a personas con, por ejemplo, autismo, esquizofrenia o alucinaciones y delirios?
Una de las maneras de entender la finalidad de la terapia existencial es devolver al paciente su libertad (hacerlo libre de sus miedos, de las inseguridades, etc.), ¿podemos entender que, por ejemplo, un esquizofrénico o un autista pueden conquistar su libertad?, ¿o es que justamente estas "enfermedades" la anulan?
¿Tendría algún sentido utilizar la TE en una planta psiquiátrica? y, en el caso de que sí fuese así ¿cuál es su función? ¿necesitarían estos pacientes, además de medicación, terapia?
¿Puede cualquier persona conquistar su libertad?
¿Tú has tratado a personas con estas dolencias?
Primero que nada debo confirmar tu intuición. Parte de la dificultad estriba en que es muy difícil tener un completo acuerdo con respecto a las preguntas que sugieres. Suele decirse que la Terapia Existencial es un enfoque en el que, en su interior, existen múltiples “sanos desacuerdos”. De hecho algunos teóricos opinan que quizá es uno de los enfoques con mayor variedad de opiniones divergentes. Esto, lejos de verse como una debilidad del enfoque, o como una desventaja, solemos pensarlo como una de nuestras mayores riquezas: la posibilidad de estar en claro desacuerdo y aún así seguir juntos. Pienso que en su mayoría se trata de diferencias que enriquecen nuestra perspectiva, y podemos estar dispuestos a aprender unos de otros. Confío en que esta actitud es necesaria ante el inmenso pluralismo de nuestro mundo actual.
Segundo, debo advertirte por consiguiente, que las respuestas que te daré no necesariamente representan a todos los colegas que se auto-identifican como terapeutas existenciales. Mis puntos de vista suelen ser particularmente cercanos a aquellos que se identifican con la rama existencial-fenomenológica (en particular la sub-rama relacional de la misma). Quizá te sería útil consultar la segunda edición del libro de Mick Cooper : “Existential Therapies” (la segunda edición tiene la información más actualizada).
Tercero: Yo particularmente no defino el objetivo de la Terapia Existencial como “hacer a la gente libre” (como se que varios de mis colegas si lo hacen, por ejemplo, Rollo May). Permíteme me explico: Creo para empezar, que la libertad no es algo que podamos tener más o menos. Mi forma de entender la libertad es muy sartreana, donde la libertad es la condición básica de nuestra humanidad; tener miedos nos hace libres, porque nos empuja a tener que elegir si enfrentarlos o huirles. Tener inseguridades nos hace libres, porque tenemos que elegir cómo manejarlas; etcétera. No creo que debamos “estar libres” de miedos e inseguridades (ni debilidades o vulnerabilidades) sino que parte de la complejidad de nuestra existencia es tener la libertad de responder de maneras distintas a todo ello, a veces con respuestas estereotipadas, a veces con respuestas más creativas. En ocasiones respuestas que nos llevan a experiencias incómodas o dolorosas, y en otras a experiencias placenteras y gozosas. Toda respuesta abre una serie de posibilidades, mientras que cierra otras, pero no podemos no-responder.
Así que no creo que una condición, como aquellas que suelen llamarse “autismo” o “esquizofrenia”, anule la libertad, sino que presenta la libertad de formas distintas (aunque la libertad tiene formas únicas en cada persona, más allá de su situación psicológica o emocional). Por lo mismo, no creo que la libertad “se conquiste”, sino que apenas podemos, de vez en cuando, vivirla de forma más consciente, más creativa o creadora, y abierta al flujo de la vida. Aunque ello no sea necesariamente lo más conveniente o agradable en algunas situaciones. Como decía Sartre, “no podemos renunciar a la libertad, somos esclavos de ella”.
Además, y quizá lo más importante, es que no considero que el objetivo del terapeuta existencial sea “lograr que su paciente sea distinto de la forma como es”. No creo que la TE trabaje con ideales acerca de cómo debería ser la persona, sino que intenta acercarse a comprender, al menos un poco más, cómo ES la persona.
Esta es una de las características de la Orientación Exploratoria de la Terapia Existencial-Fenomenológica que he descrito en algunos de mis escritos anteriores (como en el Volumen 2 de “Terapia Existencial. Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano”; 2017). En dicha forma de aproximación a la TE, los terapeutas no intentamos “modificar” la existencia o la experiencia de nuestros consultantes de maneras que vayan más allá de la comprensión. Por supuesto que una mayor comprensión puede facilitar que el paciente realice cambios en su vida, o quizá se percate de que, aquello que consideraba el “problema”, era en realidad el intento de solución, y que lo que necesitaba transformar era otro aspecto o situación de su existencia.
De aquí podemos responder que la TE puede ser valiosa para cualquier persona. Sus límites estarían relacionados con la posible expectativa de que la TE esté dirigida a lograr alguna resolución a las problemáticas, o alguna transformación, o forma de “sanación” de algún malestar. En esta dirección, los objetivos de la TE son más humildes, aunque eso no evita que pueda tener grandes alcances ya que, repito, el objetivo está centrado en profundizar la comprensión de la situación existencial que atraviesa el consultante/paciente, lo que podía brindarle herramientas para enfrentar de formas distintas su situación… pero quizás no.
Así, la “eficacia” de la TE no puede ser “medida”, ya que no entra en márgenes de alguna supuesta “objetividad”. Su valor está apoyado en la experiencia subjetiva de los consultantes, quienes experimentan, en muchas ocasiones, una relación cercana y honesta con su terapeuta, desde la cual pueden acercarse a una mayor comprensión de su existencia, su intimidad, sus relaciones con el mundo, con los demás, y consigo mismo.
Creo que la TE podría tener un lugar importante en las clínicas psiquiátricas, o en las casas de medio camino, ya que podrían apoyar enormemente a las personas en sus diversos procesos existenciales, ya sea que se encuentren o no bajo medicación. Por supuesto que es una forma de acercamiento que requiere que el consultante tenga la posibilidad y disposición de comunicarse con el terapeuta, ya que se trata de un modelo conversacional. Aunque recordemos que puede haber muchas formas de conversación (no únicamente por medios verbales, sino también físicos, artísticos u otros). De tal forma que si el paciente no puede (o no quiere) comunicarse, este sería un límite para la TE. Por tanto, ciertos grados/tipos de autismo, son situaciones que podrían imposibilitar a una persona para experimentar un proceso de TE. Así mismo, las personas que atraviesan crisis agudas psico-emocionales requieren, en primer lugar, poder encontrarse en una situación más estable que les permita conservar su capacidad y disponibilidad para conversar, para así participar de un proceso de TE (más esto es idéntico para la gran mayoría de enfoques psicoterapéuticos).
Cualquier persona entonces, desde mi punto de vista, puede verse beneficiada de un proceso de conversación con un profesional. Alguien que le acompañe constantemente a la exploración y clarificación de las diversas situaciones y experiencias que se le van presentando y que va co-construyendo.
Ronald .D. Laing (quien es visto como un terapeuta de línea existencial) realizaba procesos terapéuticos con personas que habían sido catalogadas como esquizofrénicas y, en muchas ocasiones, con frutos que eran considerados valiosos y positivos, tanto por el paciente como por su familia. En mi experiencia como terapeuta existencial, ocasionalmente he trabajado con personas que los sistemas de salud habían diagnosticado como esquizofrénicos u otros tipos de las llamadas “psicosis”. En la gran mayoría de los casos, he experimentado que el proceso era valioso tanto para mis pacientes como para mí, aunque también son procesos que en ocasiones despiertan en mí experiencias de intensa impotencia, frustración, tristeza, y otras emociones incómodas. En el Volumen 2 de mi obra que cito aquí mismo, más arriba, incluyo la narración de un proceso terapéutico con un joven que fue diagnosticado como “esquizofrénico”, y quien continúa visitándome, aproximadamente 2 veces al año, desde que ocurrieron los eventos que narro en el libro.
Espero que estas respuestas no sean tomadas como la “respuesta oficial”, sino apenas como una muestra de las posibles perspectivas que, dentro de la TE, podemos asumir con respecto a estas importantes cuestiones.
Bienvenid@s a la conversación.
Mil gracias, amigo Yaqui.
Siempre aprendiendo de tu experiencia y tu saber.