"J" despierta, una sensación de cargar lodo seco en el rostro le hace apresurarse al espejo, ve que su piel esta rosa de nuevo aunque muy atirantada, sonríe delicadamente aunque por dentro se siente extasiado. Su último procedimiento laser ha salido tal como lo esperaba, se han ido aquellas arrugas y aquellas manchitas de las que tanto renegaba. Como si entre más veces renegara de sí mismo frente al espejo, más se fueran a desvanecer lo que él llamaba "imperfecciones".
Es su día siete de pos tratamiento, y recuerda la recomendación del médico de tomar el sol ligeramente, así que luego de preparar una taza de insípido té, se posa sobre el barandal de su balcón. De inmediato piensa:
"Lo genial de tener un balcón y poder tomar el aire sin miedo a infectarme".
Inhala y exhala, el aroma del té dilata sus senos paranasales y moléculas aromáticas estimulan sus nervios. "J" se siente bien.
De repente ve a un desaliñado joven, quien viste una chamarra de los 80s y va apresurado y cantando una canción imperceptible a oídos de "J". De inmediato los ojos de "J" giran hacia el límite de su derecha y luego hacia lo más alto de sus cuencas. "Es increíble esta gente, quieren es morirse, cómo es posible que no lleve cubrebocas, desadaptado". De repente un crujido de panza hace que "J" vuelva su atención hacia su abdomen. "J" tiene hambre y su cuerpo es de estos que no funciona a menos que sus jugos gástricos tengan algo que deshacer. El reloj de pared en el pasillo que dirige a la habitación de "J" marca las 8 am. "Momento perfecto" pensó J, argumentando para sí: "Es la hora de apertura y no hay casi nadie antes de las 10am".
"J" No pudo evitar sentirse listo y superior al resto al creer que elegir una hora específica para hacer el super era una medida de preservación de su existencia bastante creativa. De hecho, a "J" le hubiera sido muy repulsivo ir en cualquier otro momento del día, pues toparse con gente solo le recordaba su propia vulnerabilidad, su miedo más grande, dejar de existir. Aunque su subconsciente ya tenía un escape muy efectivo, ver su reflejo al espejo para contemplar su rostro estirado, lo que significaba el éxito de su dieta, de sus cremas y por supuesto de sus procedimientos quirúrgicos. Como si su propio rostro sin necesidad de palabras le dijera "aún está muy lejos el final".
Ya se encuentra "J" en el supermercado, a lo lejos ve un hombre, "Ha de tener mi edad" pensó. EL hombre comía un helado y en su cara se veía el placer que le provocaba saborearlo, a este sujeto se le veían los efectos del sol en su rostro, sus mejillas eran separadas de su boca por dos marcadas arrugas muestra de varios años de reír y sonreír. Este hombre parecía feliz.
Esto no pudo escapar de la percepción de "J", era como si este hombre no cargara nada de presión en su vida, era la vibra de alguien que hace mucho había dejado de luchar contra la vida para disfrutar de ella. De repente "J" tuvo una gran tentación: "¿Y si me olvido de que me estoy haciendo viejo?¿Y si mejor me dejo ser y comer y reír? ¿Y si dejo de luchar?". El hombre de la sonrisa medida, de la piel estirada y del ego alto por ser el ciudadano ideal y correcto que juzga a quien no se queda en casa, estaba dudando ¿Luchar en contra de lo inevitable o aceptar las leyes mismas de la naturaleza expresándose en su cuerpo? De repente una imagen de portada resuelve la tensión, lo reconforta y lo hace sentir especial "Científicos antiedad encuentran molécula que puede revertir el envejecimiento celular".De inmediato, "J" se abalanza sobre esta revista.
Este es "J", muy especial como para aceptar el disfrutar a pesar de la pandemia, para salir a caminar por la calle, para vivir y seguir su vida, para aceptar el propio hecho de su muerte.Estaba dispuesto a criticar a todo aquel que no siguiera sus medidas y sus ideas.
"J" vivía en un mundo ideal, con ciencias y servicios que ofrecen respuestas a sus preguntas y miedos ¿Cómo ser más joven? ¿Cómo vivir más tiempo? Así era la sociedad de "J", un mundo globalizado que se creía la idea de ser una especie tan especial que se había hecho presa de un miedo "no aceptar que morir es parte de ser humano".
J de pandemia.
"J" despierta, una sensación de cargar lodo seco en el rostro le hace apresurarse al espejo, ve que su piel esta rosa de nuevo aunque muy atirantada, sonríe delicadamente aunque por dentro se siente extasiado. Su último procedimiento laser ha salido tal como lo esperaba, se han ido aquellas arrugas y aquellas manchitas de las que tanto renegaba. Como si entre más veces renegara de sí mismo frente al espejo, más se fueran a desvanecer lo que él llamaba "imperfecciones".
Es su día siete de pos tratamiento, y recuerda la recomendación del médico de tomar el sol ligeramente, así que luego de preparar una taza de insípido té, se posa sobre el barandal de su balcón. De inmediato piensa:
"Lo genial de tener un balcón y poder tomar el aire sin miedo a infectarme".
Inhala y exhala, el aroma del té dilata sus senos paranasales y moléculas aromáticas estimulan sus nervios. "J" se siente bien.
De repente ve a un desaliñado joven, quien viste una chamarra de los 80s y va apresurado y cantando una canción imperceptible a oídos de "J". De inmediato los ojos de "J" giran hacia el límite de su derecha y luego hacia lo más alto de sus cuencas. "Es increíble esta gente, quieren es morirse, cómo es posible que no lleve cubrebocas, desadaptado". De repente un crujido de panza hace que "J" vuelva su atención hacia su abdomen. "J" tiene hambre y su cuerpo es de estos que no funciona a menos que sus jugos gástricos tengan algo que deshacer. El reloj de pared en el pasillo que dirige a la habitación de "J" marca las 8 am. "Momento perfecto" pensó J, argumentando para sí: "Es la hora de apertura y no hay casi nadie antes de las 10am".
"J" No pudo evitar sentirse listo y superior al resto al creer que elegir una hora específica para hacer el super era una medida de preservación de su existencia bastante creativa. De hecho, a "J" le hubiera sido muy repulsivo ir en cualquier otro momento del día, pues toparse con gente solo le recordaba su propia vulnerabilidad, su miedo más grande, dejar de existir. Aunque su subconsciente ya tenía un escape muy efectivo, ver su reflejo al espejo para contemplar su rostro estirado, lo que significaba el éxito de su dieta, de sus cremas y por supuesto de sus procedimientos quirúrgicos. Como si su propio rostro sin necesidad de palabras le dijera "aún está muy lejos el final".
Ya se encuentra "J" en el supermercado, a lo lejos ve un hombre, "Ha de tener mi edad" pensó. EL hombre comía un helado y en su cara se veía el placer que le provocaba saborearlo, a este sujeto se le veían los efectos del sol en su rostro, sus mejillas eran separadas de su boca por dos marcadas arrugas muestra de varios años de reír y sonreír. Este hombre parecía feliz.
Esto no pudo escapar de la percepción de "J", era como si este hombre no cargara nada de presión en su vida, era la vibra de alguien que hace mucho había dejado de luchar contra la vida para disfrutar de ella. De repente "J" tuvo una gran tentación: "¿Y si me olvido de que me estoy haciendo viejo?¿Y si mejor me dejo ser y comer y reír? ¿Y si dejo de luchar?". El hombre de la sonrisa medida, de la piel estirada y del ego alto por ser el ciudadano ideal y correcto que juzga a quien no se queda en casa, estaba dudando ¿Luchar en contra de lo inevitable o aceptar las leyes mismas de la naturaleza expresándose en su cuerpo? De repente una imagen de portada resuelve la tensión, lo reconforta y lo hace sentir especial "Científicos antiedad encuentran molécula que puede revertir el envejecimiento celular".De inmediato, "J" se abalanza sobre esta revista.
Este es "J", muy especial como para aceptar el disfrutar a pesar de la pandemia, para salir a caminar por la calle, para vivir y seguir su vida, para aceptar el propio hecho de su muerte.Estaba dispuesto a criticar a todo aquel que no siguiera sus medidas y sus ideas.
"J" vivía en un mundo ideal, con ciencias y servicios que ofrecen respuestas a sus preguntas y miedos ¿Cómo ser más joven? ¿Cómo vivir más tiempo? Así era la sociedad de "J", un mundo globalizado que se creía la idea de ser una especie tan especial que se había hecho presa de un miedo "no aceptar que morir es parte de ser humano".
Aris Felipe Prieto Cruz